El pasado 3 de marzo, el Ministerio de Salud dio a conocer el primer caso de COVID-19 en territorio nacional, específicamente en Talca, y, horas más tarde, el principal ente sanitario del país informó del primer caso en la Región Metropolitana (tercero en Chile).
El balance actual es de 33 contagiados, la mayoría de ellos en la capital, y, según aseguró Jaime Mañalich, responsable de la cartera de Salud, existe capacidad para atender 430 mil casos a nivel nacional.
Este tipo de coronavirus, que se originó en China en diciembre del año pasado, ha sido detectado en más de 118 mil personas a nivel mundial, siendo el gigante asiático el país más afectado, con unos 80.758 casos (4.262 personas han fallecido).
Desde que se masificaron los casos de COVID-19, primero en China y luego en países como Corea del Sur e Irán, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha instado a tomar las medidas necesarias para enfrentar al "el enemigo público número uno".
Chile ha seguido dichas recomendaciones y desde febrero el Minsal ha decretado la alerta sanitaria, medida que "entrega facultades especiales a la autoridad para tomar las medidas extraordinarias que sean necesarias para enfrentar un eventual brote en el país".
Tal y como lo explicó Edgardo Vera, especialista en salud pública y encargado de Asuntos Públicos de Sanofi, la alerta sanitaria es clave en la lucha contra el COVID-19, ya que contempla pasos como la activación de vigilancia epidemiológica, definir casos sospechosos o probables, determinar los hospitales de referencia y la forma en la que el personal de salud debe enfrentarse a un caso potencial.
Básicamente, es la primera de las cuatro fases que recomienda la OMS ante este tipo de situaciones.
Mientras la Fase 1 es prepararse ante un posible caso, así como su manejo y contención, la Fase 2 es la detección, en sí, del caso en territorio nacional, situación actual de Chile desde el diagnóstico de los primeros contagiados durante la primera semana de marzo.
Cabe destacar que esta fase solo considera casos importados, es decir, que los contagiados estuvieron en zonas con gran cantidad de diagnósticos de COVID-19, como China, el Sudeste Asiático y, últimamente, Italia y España.
La Fase 3 se activa a partir del momento en el que, además de casos importados, se detectan casos secundarios, personas que han sido diagnosticadas con el coronavirus sin haber salido del país o haber tenido contacto con pacientes confirmados de COVID-19.
La cuarta y última fase es la transmisión sostenida del coronavirus en territorio nacional.
La rápida expansión del Nuevo Coronavirus hizo que la OMS instara a cada país a prepararse ante "una potencial pandemia".
Este término, según este mismo organismo, se utiliza para definir "la propagación mundial de una nueva enfermedad".
La especialista en enfermedades infecciosas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, Rosalind Eggo, detalló a la cadena internacional BBC las diferencias entre epidemia y pandemia, siendo la primera "un aumento de casos seguido de un punto máximo y, luego, una disminución", y la segunda "una epidemia que ocurre en todo el mundo, más o menos, al mismo tiempo".
A pesar de cumplir con la descripción desde hace varias semanas, no fue sino hasta el miércoles 11 de marzo que la OMS tomó la decisión de declarar el COVID-19 como pandemia.
"Estamos profundamente preocupados tanto por los niveles alarmantes de propagación y gravedad, como por los niveles alarmantes de inacción [...] Por lo tanto, hemos evaluado que COVID-19 puede caracterizarse como una pandemia", afirmó el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.
Se trata de la primera pandemia desde la influenza que se originó en México en el 2009, también recordada como Gripe A (H1N1).
La máxima autoridad del organismo sanitario mundial resaltó que "describir la situación como una pandemia no cambia la evaluación de la OMS de la amenaza que representa este virus. No cambia lo que está haciendo la OMS, y no cambia lo que los países deberían hacer".
Aunque gran parte de la información que ha surgido a raíz de este problema ha generado preocupación, no todo es negativo.
De hecho, hay una buena noticia (o, en todo caso, diez): la comunidad científica y médica de diferentes países está trabajando en desarrollar tratamientos o vacunas que puedan frenar las consecuencias del COVID-19.
Actualmente, se están realizando alrededor de 80 ensayos clínicos para analizar tratamientos contra el coronavirus.
"Los laboratorios farmacéuticos de I+D forman parte de una comunidad de investigación mucho más amplia que las propias compañías, esta comunidad científica está trabajando en conjunto en alianzas público-privadas amplias, involucrando a todos los actores: las ONG, sector público, academia y sector privado para acelerar el desarrollo que permita hacer frente a esta emergencia global", afirmó Mariela Formas, vicepresidenta ejecutiva de la Cámara de la Innovación Farmacéutica de Chile.
Tal es el caso de la Fundación Bill y Melinda Gates, quienes desde finales de enero han colaborado con distintas agencias de salud pública y fundaciones.
En el caso de Chile, Formas destaca que actualmente hay cuatro laboratorios pertenecientes a nuestra cámara que están trabajando en desarrollar una vacuna:
CSL Behring en asociación con el programa de desarrollo de vacunas COVID-19 de la Universidad de Queensland (Australia).
Janssen está colaborando con el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos (HHS), proveyendo tecnologías que permiten aumentar rápidamente la producción del candidato óptimo a la vacuna.
Sanofi también está trabajando con el HHS, desarrollando un banco de candidatos a vacunas y produciendo lotes piloto para usar en pruebas.
GSK está trabajando en dos vacunas candidatas: la primera en colaboración con la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) y la Universidad de Queensland, y la segunda con Clover Biopharmaceuticals (China).
Formas puntualizó que, si bien el tiempo de desarrollo de una vacuna es de unos tres a cuatro años, se espera que alguno de estos prototipos esté listo para ensayos clínicos en 18 meses.
"Hemos visto que la intensa colaboración público-privada ha logrado acelerar los tiempos a pasos agigantados [...] Aunque las personas estén dispuestas a correr cualquier riesgo, no es seguro permitir que tomen cualquier vacuna que parezca prometedora y por eso se deben respetar los protocolos y los ensayos clínicos", agregó.
Por otro lado, tal y como resaltó Edgardo Vera, lo fundamental, más allá de una vacuna o un tratamiento, es reforzar las medidas de control de la pandemia para disminuir la tasa de transmisibilidad.
Revisa las medidas recomendadas por la OMS para prevenir el contagio de COVID-19 haciendo click aquí.