Hace unos días autoridades de Reino Unido presentaron su Plan “Life Science Vision”, que impulsa gran parte de la estrategia de desarrollo británica tomando lecciones aprendidas en pandemia. Este contempla acciones para potenciar el desarrollo científico, incorporación de tecnología y optimización de la data, además de un apalancamiento económico fundamental para entender cómo la innovación no es una política aislada sino un motor de desarrollo. De esta forma, junto con impulsar la investigación y producción científica, y el fortalecimiento del capital humano, uno de los nortes es convertir al país en un lugar atractivo para invertir en innovación, transformando a las ciencias en un polo de inversión que permite mejorar la calidad de vida, el desarrollo económico y el bienestar integral de la sociedad.
Un país que tiene este objetivo debe pensar determinadamente los incentivos de inversión como parte de la estrategia, para que a ojos de empresas internacionales sea seductor apostar sus capitales. No sirve potenciar la investigación y la innovación si es que este es un atractivo estancado que solo implica gasto.
Repensar la política pública, generar un marco regulatorio atractivo para capitales extranjeros y nacionales, fomentar la capacitación de profesionales, generar alianzas de colaboración, deben ser sólo algunos de los ejes de un país que apuesta por su desarrollo y por destacar en ciencia, tecnología e innovación.
Chile tiene el potencial para ser puntal de lanza en la región, pero también diversos desafíos: la tecnología generada debe tener un campo más allá de las fronteras, que los científicos cuenten con un mercado atractivo donde ejercer, las pequeñas y medianas empresas accedan sin barreras al capital para transformar industrias siendo parte de los encadenamientos productivos de alto valor agregado con base científica. De esta manera, las políticas públicas deben ser impulsadas desde la articulación del sector público, la academia y las empresas.
La luz del faro, por ende, debe tener foco: posicionar la innovación al centro de nuestra política de desarrollo, apuntando a exportarla o impactar otros mercados, pero simultáneamente propiciando el retorno de la inversión, aprendizajes y apertura de nuevos negocios, diversificando la matriz productiva y las posibilidades de desarrollo.
El enfoque en este horizonte permitirá fortalecer nuestra economía, generar empleo y modernizar la gestión del ecosistema científico. Además, poder potenciar el liderazgo del país a nivel internacional, generando un mayor intercambio y un sistema replicable, digno de ser el horizonte inspirador de otros países en medio del océano.
Columna publicada originalmente en El Mercurio.