Durante los últimos años el sector público y diversas industrias han enfrentado un creciente cuestionamiento, el que se ha exacerbado ante la crisis social, ambiental y económica provocada por la pandemia. Ante este escenario, resulta ineludible detenernos a revisar nuestra escala de valores y la forma en que nos relacionamos con otros, para así definir cómo debemos actuar de cara a estos desafíos.
Con todo, es evidente que la sola definición de valores no resulta suficiente. Para promover un cambio cultural real, resulta fundamental establecer mecanismos que garanticen el cumplimiento integral del nuevo estándar ético. Dicho de otro modo, sin un mecanismo que permita hacer exigibles los compromisos éticos de una industria -establecidos comúnmente en sus Códigos de Ética o de Buenas Prácticas- estos compromisos son letra muerta.
En este contexto, el año 2021 la industria farmacéutica de innovación, al alero de la Cámara de la Innovación Farmacéutica, acordó modificar su Código de Buenas Prácticas, elevando los estándares de ética y transparencia en sus actividades y vínculos con terceros, tales como profesionales de la salud, organizaciones de pacientes y autoridades, abordando de manera efectiva los potenciales o posibles conflictos de interés.
A su vez, esta industria adoptó una postura sumamente disruptiva y ambiciosa, y para evitar caer en lo que conocemos como una “declaración de buenas intenciones”, junto con el ajuste a su Código de Buenas Prácticas, se creó el Sistema de Autorregulación y Transparencia, integrado por una Unidad Guía, responsable de la prevención, investigación y eventual denuncia por infracciones al Código, y un Consejo autónomo (conformado por el Programa de Sostenibilidad Corporativa UC), responsables de la designación de mediadores y árbitros para resolver las denuncias planteadas ante potenciales infracciones al Código.
Para asegurar la efectividad del Sistema en su mandato -promover y velar por la sujeción a las disposiciones del Código- su construcción y actuar debe operar sobre la base de tres ejes fundamentales: Independencia, Apertura y Agilidad.
En primer lugar, el Sistema debe estar compuesto por entidades que operen de manera independiente a las empresas que adhieren a la CIF. La plena independencia del Sistema permite sentar las bases de un actuar imparcial y objetivo en el ejercicio de su mandato. En el caso del Sistema de Autorregulación, éste se compone por un lado por la Unidad Guía, cuyo actuar se rige por el mandato definido en el Reglamento, rindiendo cuenta de su gestión ante el Consejo (dependiente del Programa de Sostenibilidad Corporativa UC) y el Directorio de CIF Chile. Por otro lado, el Consejo se ve integrado por miembros con un alto nivel de experiencia en materia corporativa y judicial, pero completamente ajenos a la actividad farmacéutica.
Luego, el Sistema debe operar bajo un principio de apertura absoluta ante la industria, permitiendo a cualquier persona exigir el cumplimiento de los códigos de ética por parte de los laboratorios miembros de CIF Chile. Lo anterior se materializa con la posibilidad que tienen todas las personas de presentar antecedentes y denuncias ante la Unidad Guía o la Secretaría Técnica del Consejo.
Finalmente, la agilidad viene a reforzar la labor de los elementos anteriores, donde el rol persuasivo que pretende desempeñar el Sistema dependerá necesariamente de la rapidez de la respuesta que entregue el Sistema frente a prácticas adoptadas por la industria.
Como señalamos, el Sistema es una propuesta ambiciosa y disruptiva, pero absolutamente necesaria para abordar de manera efectiva los desafíos actuales, promoviendo cambios culturales reales y acordes a lo que la sociedad espera de nuestro sector y de otros rubros. Sin duda alguna, este proyecto tremendamente innovador nos posiciona como una industria de avanzada y en sintonía con los tiempos y cambios sociales.
Por: Pilar Fernández
Directora Ejecutiva Unidad Guía CIF